miércoles, 30 de diciembre de 2009

El Romancero Viejo


Álora, la bien cercada, -- tú que estás en par del río,

cercóte el adelantado -- una mañana en domingo,

de peones y de armas -- el campo bien guarnecido;

con la gran artillería -- hecho te había un portillo.

Viérades moros y moras -- todos huir al castillo:

las moras llevaban ropa, -- los moros harina y trigo,

y las moricas de quince años -- llevaban el oro fino,

y los moricos pequeños -- llevan la pasa y el higo.

Por encima de la muralla -- su pendón llevan tendido.

Entre almena y almena -- quedado se había un morico

con una ballesta armada -- y en ella puesta un cuadrillo.

En altas voces decía -- que la gente lo había oído:

-¡ Treguas, treguas, adelantado, -- por tuyo se da el castillo!

Alza la visera arriba, -- por ver el que tal le dijo:

asaetárale a la frente, -- salido le ha al colodrillo.

Sácole Pablo de rienda, -- y de mano Jacobillo,

estos dos que había criado -- en su casa desde chicos.

Lleváronle a los maestros -- por ver si será guarido.

A las primeras palabras -- el testamento les dijo.

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